Ir a Nueva York era como ir a mi alma. Tengo el extraño placer y vicio de desplazarme para buscarme. Así me fui para la gran manzana buscando una ciudad que no era ni la del cine, ni la de los libros e incluso ni la de los libros o del arte. Me fui caminando y mirando para el suelo, y a veces mirando para el cielo.
De la masa de edificios me gustaba observarlos de cerca. Mirar con el lente y mis ojos para arriba y ver lo altos que eran. Siempre sentí que entre tantos edificios gigantes no entraba sol a la isla de Manhattan. A veces todo en medio del verano y su calor pegachento, gris, brumoso, blancuzco. Y asi salieron los edificios, grises y fríos.
Pero adentro hay miles de cabecitas y afuera muchas maneras, formas, texturas, que hacen pensar en los que hay adentro, que son diferentes.
Edificios que muestran los que hay adentro o reflejan el cielo como un gran espejo.
Edificios chinos, porque en la gran manzana, la ciudad del mundo, el turismo, la tradición y las culturas se juntan al frente de la mirada.
Grandes torres, torres gemelas, mellizas, hermanitas. Escalonadas, mayores y menores.
Una manzana que se construye todo el tiempo.
Y edificios famosos seguro en las películas que no recuerdo pero que me hicieron llegar hasta aqui. Tomar muchas fotos, y decir, este Flat Iron, como se llama, me gusta un montón.
Y las fachadas que a veces son la parte trasera. Escaleras al cielo. O hasta el 5 piso.
Edificios de los lujosos, en el Uptown, desde el Centra Park. Por allá viven los ricos, que se pueden comprar un perro caliente simple y sin sabor de 6 dolares y la Coca Cola a 3 dólares. Ah, pero ellos no comen perro caliente. Ellos ahi adentro comen caviar y toman champagne.
Una ciudad soñada y prometida.
Y de noche,
o de día, se alza el Empire State, para ser visto cuando las avenidas dejan verlo, cuando esta uno a la altura o cuando uno alza la mirada se ve la punta.
Y la ciudad refleja mas ciudad. Una ciudad multiplicada, infinita, que no se acaba, que parece repetida y clonada.
Y los simbolos de la riqueza, de los años 20, de cuando esta gran manzana creció. Rockefeller Center.
Un espejo, más reflejos, una ciudad autocontenida. No necesita sino de si misma. Y del mundo y los viajantes y turistas que a veces la observan.
Los rascacielos, los altos edificios, los majestuosos y arrogantes sobre la ciudad. Para alcanzar la gloria y el cielo.
jueves, 25 de junio de 2009
Crónicas Neuyorquianas: mirando arriba
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1 comentario:
Para sacar la cedula del mundo, hay que ir a NY.
Lindo relato. Lindos edificios.
Esa ciudad es un mito grande.
espero con muchas ansias la otra partes de esta obligatoria serie.
:)
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